Coface lanza la edición 2024 de su Manual de Riesgos País y Sector. Como cada año, nuestro equipo de Investigación Económica te ofrece sus análisis y pronósticos para 160 países y 13 sectores.
En su prólogo, el CEO de Coface, Xavier Durand, resume los principales riesgos de 2024.
¿2024, vuelta a la normalidad?
En última instancia, 2023 no fue el annus horribilis que temíamos. Afortunadamente, los riesgos, especialmente en términos de suministro energético, no se materializaron, al menos en Europa. Se espera que la economía global haya crecido alrededor de un 2.5%. Aunque sigue estando por debajo de su potencial, este rendimiento es decente dado los vientos en contra que una vez más soplaron durante el año. Debemos recordar que 2023 comenzó con una crisis bancaria en Estados Unidos y terminó con un nuevo conflicto, esta vez en Medio Oriente. Mientras tanto, China decepcionó, Estados Unidos convenció, y Europa sobrevivió en un entorno monetario y financiero algo turbulento. En contraste con las expectativas de los inversores, los principales bancos centrales continuaron elevando sus tasas clave (+100 puntos básicos para la Reserva Federal, +175 para el Banco de Inglaterra, +200 para el Banco Central Europeo), lo que desencadenó una severa contracción en los préstamos y un fuerte aumento en las tasas de interés a largo plazo. Esto no fue suficiente para desestabilizar los mercados de valores, que estuvieron fundamentalmente apoyados por la resiliencia de la actividad empresarial y los márgenes corporativos. La caída de la inflación más rápida de lo esperado debido a la disminución de los precios de las materias primas y, hacia el final del año, la perspectiva de que los principales bancos centrales reduzcan significativamente sus tasas de interés clave también contribuyó a este impulso.
La principal razón del resultado mejor de lo esperado en 2023 es la resiliencia subestimada de los balances de los agentes privados. Esta "resiliencia de balance" ha sido la raíz de un círculo virtuoso que hasta ahora ha combinado bajas pérdidas corporativas, empleo resiliente y un desahorro de los hogares. Esto fue especialmente el caso en Estados Unidos, donde el consumo siguió siendo un motor de crecimiento (representando 1.5 puntos del PIB en 2023, con un crecimiento del PIB estimado en alrededor del +2.5%). Sin embargo, las últimas cifras sugieren que este fino mecanismo está empezando a fallar. Los ahorros excedentes y los flujos de efectivo han disminuido significativamente, mientras que las insolvencias corporativas están firmemente en aumento, tanto en términos de frecuencia como del tamaño de las reclamaciones implicadas.
¿Cómo se desarrollará 2024?
De entrada: la única certeza que podemos tener es la de ser sorprendidos. Los eventos de los últimos años han demostrado que la historia se está acelerando, y sería extraño que 2024 fuera una excepción. Más aún cuando el año estará particularmente cargado desde el punto de vista electoral, con elecciones legislativas y/o presidenciales programadas en 70 países que representan más de la mitad de la población y del PIB mundial: entre Taiwán hace unas semanas y Estados Unidos en noviembre, los votantes serán llamados a las urnas en India, Pakistán, Sudáfrica e Irán... sin mencionar las elecciones europeas que se celebrarán la próxima primavera, en un contexto de crecientes tensiones sociales y el auge del populismo de todo tipo. Esto debería causar algunos trastornos a nivel nacional, en un contexto geopolítico que sigue en agitación: la guerra en Ucrania está entrando en su tercer año, y el conflicto entre Israel y Hamas ahora amenaza con incendiar toda la región.
Desde un punto de vista estrictamente macroeconómico, la esperanza de un aterrizaje prolongado pero suave para la economía global sigue siendo válida. Aunque hace unos meses temíamos la llegada de una turbulencia severa en los mercados, el alivio de las condiciones financieras significa que podemos esperar el próximo año con más calma. Nuestro escenario central, por lo tanto, descarta la hipótesis de un choque financiero y un aterrizaje forzoso. No obstante, se espera que la economía global se desacelere sustancialmente, perdiendo casi medio punto porcentual de crecimiento en comparación con el año pasado (+2.2%). La mayor parte de esta desaceleración provendrá de las principales economías desarrolladas que tuvieron un buen rendimiento en 2023, encabezadas por Estados Unidos, cuyo crecimiento aún se espera que supere el +1%, pero también por China (+4.3%), cuyo modelo de crecimiento está luchando por reequilibrarse y que todavía debe purgar los excesos del pasado (desarrollo inmobiliario, sobrecapacidad manufacturera, etc.). Europa, por su parte, debería acelerar ligeramente bajo el efecto del esperado (y esperado) repunte de la economía alemana, aunque el crecimiento en el Viejo Continente seguirá estando por debajo de su potencial (+0.9%). Por último, el debilitamiento del dólar y las tasas de interés deberían dar un respiro a las economías emergentes que enfrentan restricciones en el acceso a financiamiento externo (re)financiamiento. Sin embargo, nada está garantizado, y nuestro escenario central se parece más a una cresta que a un bulevar. En términos de inflación, por el momento, la desaceleración sigue estando esencialmente vinculada a los efectos base en los precios de la energía y la caída de los precios de los bienes, en un contexto de reequilibrio del consumo hacia los servicios y una normalización de las cadenas de suministro. El desafío en 2024 será determinar si el endurecimiento monetario que ha estado en marcha durante más de 18 meses es suficiente para lograr más que esta desinflación mecánica y para dar el "último empujón" para llevar la inflación de vuelta al 2%. El dinamismo de los precios de los servicios, que aún suben entre un 4% y 5% interanual, sugiere que la batalla está en marcha pero aún no se ha ganado.
En cualquier caso, salvo un accidente, los bancos centrales no reducirán sus tasas clave tan rápidamente y con tanta agresividad como las subieron. Del mismo modo, las tasas de interés a largo plazo no volverán pronto al nivel que tuvieron en los últimos quince años. En otras palabras, el conflicto latente de objetivos en la mayoría de los países desarrollados entre políticas monetarias en su mayoría restrictivas, por un lado, y políticas fiscales expansivas, por otro, seguirá siendo una fuente importante de inestabilidad.
La vigésima octava edición de este manual cubre todas estas cuestiones e intenta proporcionar respuestas adoptando, como de costumbre, un enfoque dual geográfico y sectorial. Les deseo a todos una buena lectura de este documento, que Coface publica cada año.